Las aves son derribadas por tormentas. Lastimadas, se refugian entre raíces o debajo de las bancas de los parques y de vez en cuando son rescatadas.

Con los cuidados necesarios, estarán listas para partir de tres a cinco días. Lastimadas continuarán con su vida.

Si el periodo de cuidados se prolonga por semanas, meses e incluso años, ocurrirán dos fenómenos interesantes: el ave fiel a su naturaleza seguirá siendo ave, y; por otra quien rescata al ave cambiará para siempre.

El doctor Jonasson, etólogo y observador de aves, mencionó alguna vez paseando en el jardín de Münch: “cambiamos, definitivamente cambiamos, creemos que ese acto [refiriéndose al rescate] nos confiere poder sobre la avecilla a nuestro cuidado… el cambio es sutil, le acercamos alimento en todo momento, … le procuramos una pequeña jaula para que viva libremente (sic)” y continua “entonces despojamos a la avecilla de su capacidad de valerse por sí misma”.

“Las aves tienen el cerebro del tamaño de un cacahuate y seguirán siendo aves después de las tormentas… es importante aceptarlo y devolverlas a la naturaleza”.

Liliana Herrero habló del viento.

«Me dijo que los pichones
A veces de apresurados
Caen al suelo indefensos
Y él no consigue evitarlo.»

Es probable que el dr Jonasson no tuviera oportunidad de escuchar el viento.

Pude recuperar una libreta. Es una libreta sencilla que tiene anotaciones por todas partes, el espiral gastado y papelitos que intentan escapar como lenguas de colores. Sus anotaciones estén repletas de dibujos en los márgenes, números de teléfono sin nombre y enunciados como aforismos, recalcitrantemente conservadores.

Debieron asignar este trabajo a alguien más. Jonasson estaba loco y por eso hizo lo que hizo, escucha, no me interesa este trabajo, mi hijo está por nacer y Jonasson está muerto.