Silencio, busqué silencio después de escucharle decir: pero bueno, todas las opiniones son válidas y hay que respetarlas. ¿Cuántas veces había escuchado aquella frase que encubre responsabilidades?

¿Buscar la calma en los acantilados? Mis palabras pasarían desapercibidas como las rocas lavadas por las olas.

En un sueño me retiraba después de levantarme abruptamente de la mesa –lo siento, les decía –no comparto.

Quería decirle: no bajes la cabeza, eso que te han dicho es mentira, mi advertencia no funcionaría. Debía llevarla hacia el acantilado, mostrarle el paisaje, hablarle del clima, de la vegetación y la fauna, de los días soleados, de las noches y las mareas, debía mostrarle las rocas lavadas por las olas y los escombros de las embarcaciones que encontraron el fin de sus travesías en aquel acantilado.

Pero no hubo palabras.